Por Guillermo Blanco
Uno de los tantos conserjes del hotel de Munich imagina, y bien, que Jürgen Klinsmann ha llegado hasta allí a buscar para la cena a su respetado y respetable invitado. Hace varios días que viene intentándolo pero hasta ahora ha sido imposible porque aquél tuvo que viajar a Nuremberg para recibir un reconocimiento por su trayectoria otorgado por la “Academia del Fútbol” con asiento en esa ciudad alemana tan cara al sentimiento universal. Baja de su habitación César Luis Menotti y su ex dirigido en la Sampdoria lo saluda con una mezcla de respeto y devoción, antes de llevarlo en su auto hasta un añejo restaurant italiano de la capital bávara donde, ya sentados a la mesa, saca una carpeta y se dirige a su interlocutor argentino en el idioma del Dante:
–Gracias por aceptar la invitación, César. Yo no he olvidado todo lo que aprendí con usted en Italia, y menos lo que me ayudó durante la Copa del Mundo antes del partido con Suecia. Mire, le traje el dibujo que usted me hizo sobre cómo parar el equipo, retrasándolo un poco a Torsten Frings para que tuviera más panorama y me ordenara mejor la zona central...
La antropofagia nativa ha impedido que trascendiera no ya la anécdota, sino el reconocimiento a un referente que tanto ha hecho por el fútbol argentino, en la defensa de su identidad permanente desde que tuvo uso de razón y hasta estos días en que los 71 años lo sorprenden ya de regreso a Buenos Aires a la cero hora del jueves 22 junto a Angel Cappa, “Fatiga” Russo, Cayetano Rodríguez, el profesor Fernando Signorini, el kinesiólogo Hugo Dorée, los doctores Mayorga y Leali y algunos amigos más con quienes compartió un brindis.
El periodismo deportivo “modernoso” local no tiene tiempo para este tipo de noticias. Está atrapado y sumergido en una vorágine de liviandad coyuntural que deja pasar estas pequeñas grandes oportunidades simbólicas para informar a las nuevas generaciones, amén de los portadores de intereses lejanos al oficio que por supuesto miran para otro lado. Rainer Holzschuh, director de la prestigiosa Kicker (que nació en 1920, un año después que El Gráfico en la Argentina), dijo al otorgarle la distinción: “Menotti sigue siendo una persona extraordinaria que con su trayectoria y sus opiniones pasó mucho más allá de merecer ser premiado sólo en el rubro fútbol (...) A nosotros, a los jurados de la Academia del Fútbol de Nuremberg y a Kicker, que somos gente con la mente y el sentido bien abiertos, nos impresionaron no sólo los méritos futbolísticos de Menotti sino mucho más su don de ‘filósofo del fútbol’, con sus ideas abiertas con las cuales se destacó durante y después del futbolísticamente exitoso Mundial ’78, a pesar de que a Argentina la presidiera una junta militar. Pero con esa conducta Menotti se ganó una importancia inmensa y merecida mucho más allá del fútbol. Y se puede ver que el honrado es un hombre extraordinario con intereses que van mucho más allá de un premiado común de fútbol”.
Se está hablando de un argentino lejos del ombligo del mundo en el que tantos creen que viven, de alguien que con su sabiduría y convicción tomó las riendas del desbocado y desorientado fútbol argentino a nivel seleccionado para, desde ahí, reubicarlo en el cauce del río madre, el que traía la savia de los Sastre, los Moreno, los Di Stéfano, los Pedernera, los Sívori y tantos otros, propietarios de una raíz futbolera que cíclicamente trata de florecer, aunque cada vez que aparece un referente válido algunos carnívoros tratan de minimizarlo o se hacen los boludos hasta que las evidencias puedan más que su sofismo (como Luis Galván y a Valencia en el ’78, o este Mario Bolatti recién reconocido después del gol a Uruguay pero que caía en la volteada por crecer bajo el ala de Cappa y el toque de Huracán).
El porqué del homenaje a Menotti, que –dicho no sea de paso había sido recibido por un solo compatriota, el legendario Alfredo Di Stéfano– sigue siendo justificado por el periodista alemán: “Después de su arranque inspirador como DT, la AFA lo convocó para la Selección, Argentina había jugado un pésimo Mundial ’74 en Alemania y con Menotti arrancó un proyecto nuevo que tuvo como misión rescatar el orgullo nacional y lo logró: un equipazo que pudo ganar por primera vez una Copa del mundo. Desde 1976 regía una dictadura militar en el país, los militares entonces lo dejaron trabajar al ya entonces tan político como crítico Menotti, porque esperaban un éxito futbolístico que aumentara la popularidad del gobierno de facto. Pero Menotti se distanció toda vez que le fue posible...”
Continúa el discurso del alemán: “Ya en aquellos tiempos consolidó el concepto de un fútbol de izquierda y otro de derecha. En entrevistas en Kicker nos explicó que ‘el público se da cuenta si un equipo quiere armar el juego y si los jugadores se divierten en la cancha o si juegan de una forma miedosa y destructiva’. Y remarcaba que ‘el fútbol de izquierda es generoso y está obligado con la gente. Es honesto y no se basa únicamente en el resultado. En este sentido, un equipo jamás debe engañar a sus hinchas. En cambio el fútbol de derecha es sólo un instrumento para el resultado’”.
Ese aspecto quedó en claro otras veces: “‘Quiero que ganen la inteligencia y la creatividad y no la destrucción o la torpeza. Claro que quiero ganar, pero porque mi equipo jugó mejor y no porque impidió el desarrollo del juego del rival’. Acaso por esta creencia, Menotti no logró implementar como hubiera querido su fútbol en España e Italia, ligas con un fútbol demasiado cerrado. Y hoy hay gente que opina que Menotti es un ilusionista. Estas críticas se basan en frases del propio Menotti, como que ‘la plata no degeneró a Picasso, pero sí puede degenerar a jugadores talentosos y transformarlos en mercenarios de los resultados’”.
Queda el remate: “Señor Menotti, nos fascinan sus ideas de fútbol y hoy todavía me alegro como un chico cuando veo una gambeta, una serie de pases o una chilena. Por el contrario, nos hace enojar el juego estúpido, anclado por una táctica cobarde que sólo se basa en la especulación. Por más que haya jugadores y técnicos que en conferencias de prensa posteriores a los partidos intenten convencer a los oyentes que tal táctica ha sido adecuada sólo porque al final ganaron”.
Menotti agradece, se va con su urkunde –diploma en alemán–, y en Munich seguirá derramando ideas, como ocurre en este momento con su ex alumno Klinsmann, que lo ha estado buscando y ahora lo tiene solito para él, para seguir aprendiendo, después de guardar el papel en el cual el maestro lo guió para mejorar el rendimiento de la Selección que tan dignamente dirigía.
–Gracias por aceptar la invitación, César. Yo no he olvidado todo lo que aprendí con usted en Italia, y menos lo que me ayudó durante la Copa del Mundo antes del partido con Suecia. Mire, le traje el dibujo que usted me hizo sobre cómo parar el equipo, retrasándolo un poco a Torsten Frings para que tuviera más panorama y me ordenara mejor la zona central...
La antropofagia nativa ha impedido que trascendiera no ya la anécdota, sino el reconocimiento a un referente que tanto ha hecho por el fútbol argentino, en la defensa de su identidad permanente desde que tuvo uso de razón y hasta estos días en que los 71 años lo sorprenden ya de regreso a Buenos Aires a la cero hora del jueves 22 junto a Angel Cappa, “Fatiga” Russo, Cayetano Rodríguez, el profesor Fernando Signorini, el kinesiólogo Hugo Dorée, los doctores Mayorga y Leali y algunos amigos más con quienes compartió un brindis.
El periodismo deportivo “modernoso” local no tiene tiempo para este tipo de noticias. Está atrapado y sumergido en una vorágine de liviandad coyuntural que deja pasar estas pequeñas grandes oportunidades simbólicas para informar a las nuevas generaciones, amén de los portadores de intereses lejanos al oficio que por supuesto miran para otro lado. Rainer Holzschuh, director de la prestigiosa Kicker (que nació en 1920, un año después que El Gráfico en la Argentina), dijo al otorgarle la distinción: “Menotti sigue siendo una persona extraordinaria que con su trayectoria y sus opiniones pasó mucho más allá de merecer ser premiado sólo en el rubro fútbol (...) A nosotros, a los jurados de la Academia del Fútbol de Nuremberg y a Kicker, que somos gente con la mente y el sentido bien abiertos, nos impresionaron no sólo los méritos futbolísticos de Menotti sino mucho más su don de ‘filósofo del fútbol’, con sus ideas abiertas con las cuales se destacó durante y después del futbolísticamente exitoso Mundial ’78, a pesar de que a Argentina la presidiera una junta militar. Pero con esa conducta Menotti se ganó una importancia inmensa y merecida mucho más allá del fútbol. Y se puede ver que el honrado es un hombre extraordinario con intereses que van mucho más allá de un premiado común de fútbol”.
Se está hablando de un argentino lejos del ombligo del mundo en el que tantos creen que viven, de alguien que con su sabiduría y convicción tomó las riendas del desbocado y desorientado fútbol argentino a nivel seleccionado para, desde ahí, reubicarlo en el cauce del río madre, el que traía la savia de los Sastre, los Moreno, los Di Stéfano, los Pedernera, los Sívori y tantos otros, propietarios de una raíz futbolera que cíclicamente trata de florecer, aunque cada vez que aparece un referente válido algunos carnívoros tratan de minimizarlo o se hacen los boludos hasta que las evidencias puedan más que su sofismo (como Luis Galván y a Valencia en el ’78, o este Mario Bolatti recién reconocido después del gol a Uruguay pero que caía en la volteada por crecer bajo el ala de Cappa y el toque de Huracán).
El porqué del homenaje a Menotti, que –dicho no sea de paso había sido recibido por un solo compatriota, el legendario Alfredo Di Stéfano– sigue siendo justificado por el periodista alemán: “Después de su arranque inspirador como DT, la AFA lo convocó para la Selección, Argentina había jugado un pésimo Mundial ’74 en Alemania y con Menotti arrancó un proyecto nuevo que tuvo como misión rescatar el orgullo nacional y lo logró: un equipazo que pudo ganar por primera vez una Copa del mundo. Desde 1976 regía una dictadura militar en el país, los militares entonces lo dejaron trabajar al ya entonces tan político como crítico Menotti, porque esperaban un éxito futbolístico que aumentara la popularidad del gobierno de facto. Pero Menotti se distanció toda vez que le fue posible...”
Continúa el discurso del alemán: “Ya en aquellos tiempos consolidó el concepto de un fútbol de izquierda y otro de derecha. En entrevistas en Kicker nos explicó que ‘el público se da cuenta si un equipo quiere armar el juego y si los jugadores se divierten en la cancha o si juegan de una forma miedosa y destructiva’. Y remarcaba que ‘el fútbol de izquierda es generoso y está obligado con la gente. Es honesto y no se basa únicamente en el resultado. En este sentido, un equipo jamás debe engañar a sus hinchas. En cambio el fútbol de derecha es sólo un instrumento para el resultado’”.
Ese aspecto quedó en claro otras veces: “‘Quiero que ganen la inteligencia y la creatividad y no la destrucción o la torpeza. Claro que quiero ganar, pero porque mi equipo jugó mejor y no porque impidió el desarrollo del juego del rival’. Acaso por esta creencia, Menotti no logró implementar como hubiera querido su fútbol en España e Italia, ligas con un fútbol demasiado cerrado. Y hoy hay gente que opina que Menotti es un ilusionista. Estas críticas se basan en frases del propio Menotti, como que ‘la plata no degeneró a Picasso, pero sí puede degenerar a jugadores talentosos y transformarlos en mercenarios de los resultados’”.
Queda el remate: “Señor Menotti, nos fascinan sus ideas de fútbol y hoy todavía me alegro como un chico cuando veo una gambeta, una serie de pases o una chilena. Por el contrario, nos hace enojar el juego estúpido, anclado por una táctica cobarde que sólo se basa en la especulación. Por más que haya jugadores y técnicos que en conferencias de prensa posteriores a los partidos intenten convencer a los oyentes que tal táctica ha sido adecuada sólo porque al final ganaron”.
Menotti agradece, se va con su urkunde –diploma en alemán–, y en Munich seguirá derramando ideas, como ocurre en este momento con su ex alumno Klinsmann, que lo ha estado buscando y ahora lo tiene solito para él, para seguir aprendiendo, después de guardar el papel en el cual el maestro lo guió para mejorar el rendimiento de la Selección que tan dignamente dirigía.
2 comentarios:
Gracias amigos por el homenaje.
Soy menottista antes de ser de Huracán casi. Y Cappista por supuesto. Como diría Brecht, si hablamos del Flaco decimos "Que hay hombres que luchan un día y son buenos..... y están los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
Las Mujeresdeolé somos incondicionales de Menotti y de Cappa.
Un saludo y felicitaciones por el Blog.
...entonces soy una mujerdeolé! Qué gratificante un poco de sensibilidad femenina entre tanta explosión de testosterona futbolera...Bienvenida, quemera!
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