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En La Lucila, donde vive Diego Bonadeo, sólo se escuchan los pájaros a las cinco de la tarde de un día cualquiera de enero. No hace falta tocar el timbre de su caserón para anunciarnos; el periodista deportivo, que el 1 de febrero cumplió 71 años, nos ve desde el garaje y sale cordial a nuestro encuentro. Alto y corpulento, viste bermudas, zapatillas y una chomba Mistral. Curiosamente, no lleva puestos los anteojos de marco indiscreto que desde siempre lo caracterizaron. Al cigarrillo, otro detalle distintivo de su figura, lo dejó hace más de dos años.
Ingresamos a la vivienda -que tiene fondo con césped y una regia pileta- y nos reciben las mascotas de Bonadeo: un rottweiler que infunde respeto y un gato siamés, disímiles criaturas que parecen llevarse bien. “Qué hermoso”, dice la fotógrafa y acaricia al minino. “Es un imbécil”, acota seco Bonadeo. Por si no quedó claro, lo dice una vez más: “Es un imbécil”. El adjetivo, que deriva del latín imbecillis, alude según el diccionario de la Real Academia Española a las personas escasas de razón. Es uno de los calificativos favoritos de Bonadeo -quizá por su indiscutible eficacia y sonoridad, más brutal incluso que un insulto- y se escuchará con frecuencia durante las casi dos horas de charla. Claro que en esta ocasión los destinatarios no serán los animales.
Para romper el hielo le comento al pasar de qué club soy hincha. Lejos de aflojarlo, esta revelación lo inflama. “¿Así que sos de Huracán? El periodismo está lleno de conversos, de tacticistas que el semestre pasado descubrieron a Huracán porque le iba bien, no porque jugaba bien. Por ejemplo Alejandro Fabbri, Víctor Hugo Morales y toda esa recua de imbéciles. Víctor Hugo vive disfrazando la realidad, ¿por qué se peina así? El omite que su padre era negro y, por lo tanto, su cabello es mota. Le gusta enfatizar las erres, disfruta decir el recurrente recorrido de Arruabarrena. Es un imbécil”, reitera Bonadeo, poniendo su mayor énfasis sobre la sílaba acentuada.
-Aparenta ser una persona muy casera y los motivos están a la vista. ¿Sale poco?
-Soy muy feliz en mi casa, me gusta enormemente. Ya no tengo razones laborales para salir, sólo escribo para Página 12 una columna semanal que envío por e-mail. Los que manejan este negocio se olvidaron de mí, la que no se olvidó por suerte es la gente. Especialmente los pendejos. Tal vez de deba a la notoriedad de mi hijo Gonzalo.
-¿Estar casi retirado es una elección o una consecuencia de su honestidad brutal?
-Soy una mezcla de proscripto con autoproscripto. No sé que aspecto predomina más. Lo último que hice fue “Barajar y dar de nuevo” en Radio Ciudad, título de un libro de uno de mis grandes referentes que es Arturo Jauretche. Nada que ver con la referencia que tiene la Presidenta de la Nación, que debe haber leído a Jauretche en Braille. Ella es un permanente manual de zonceras argentinas, que es el nombre de otro de los libros de Jauretche. El ciclo duró hasta setiembre de 2006, fue durante el gobierno Telerman. Un día anuncié al aire que me iba debido al manoseo y el director, Rodolfo Mascali, me reprochó que yo había trabajado durante la dictadura y que le cantaba panegíricos a Menotti. Lo mandé al carajo, me fui a mi casa y no volví más.
-Ese sería un caso de autoproscripción, ya que usted eligió irse. Proscripción fue el levantamiento de “Fútbol Prohibido”...
-Es increíble, el productor de ese programa era Diego Gvirtz, hoy productor de “TVR” y la basura esa que va por Canal 7 “6-7-8”. Es decir, trabaja para Canal 13 -que cuestiona al Gobierno- y para el Estado simultáneamente...
-Gvirtz se fue de Canal 13 precisamente por su alineación con el Gobierno...
-Ah, ¡qué hijo de puta Gvirtz! ¿Sabés lo que hizo? Nos embarcó al Ruso Verea y a mí cuando nos levantaron “Fútbol Prohibido” en un juicio a Torneos y Competencias. Al tiempo negoció parar el juicio y arregló con Carlos Avila para ser el productor de “Tribuna caliente”. Le compraron el silencio. ¿Sabés por qué levantaron “Fútbol Prohibido”?
-Supongo que por ser el único programa que cuestionaba al monopolio del fútbol...
-Por supuesto. El argumento fue que levantábamos los goles, pero a los chorros lo que le molesta es que le digas que el auto que tienen es ordinario, que el perfume huele a mierda y que la mina con la que salen está usada.
-Como dice la canción de Sui Generis, imagino que en su vida profesional hubo un tiempo que fue hermoso y fue libre de verdad. Por ejemplo en El Gráfico de Dante Panzeri, al que ingresó con 22 años en 1961.
-¡Pero sí, yo fui un afortunado! Me inicié en 1960 con otro maestro, Alberto Laya, en La Nación. Cuando llegué a El Gráfico fue como tocar el cielo con las manos, lástima que esa etapa duró demasiado poco. Algunos de mi generación después renegaron, conversos que en vez de enarbolar la bandera se metían el asta en la nariz. Por supuesto, la bandera quedaba por el piso.
-¿Cuántos años estuvo y por qué se fue de El Gráfico? Dijo que tras la ida de Panzeri se convirtió en un esperpento.
-Estuve menos de dos años. Panzeri se fue por cuestionar a Alvaro Alsogaray, esto fue a fines de 1962 o principios de 1963. Constancio Vigil (N. de la R. Nieto del fundador de Editorial Atlántida) fue el responsable de que se fuera, cuando Panzeri le enseñó a escribir. Igual, Vigil nunca aprendió. Después la revista se fue convirtiendo en un esperpento por culpa del máximo responsable del periodismo gráfico basura en la Argentina que es Carlos Fontanarrosa, uno de los creadores de revista Gente. Es el padre periodístico de los Rial, los Ventura y las Canosa.
-¿Cuándo empezó a enrarecerse el periodismo deportivo, al punto de que usted no soportara compartir esos espacios de trabajo?
-Ahí mismo, con Fontanarrosa. Apareció Cherquis Bialo, ¡por favor! Se peleó y se amigó 70 millones de veces con Julio Grondona.
-Muy pronto en su carrera se empezó a desengañar de la profesión...
-Me empecé a dar cuenta de cómo venía la mano y entonces preferí editar una revista de rugby con mi primo y unos amigos. Se llamaba Tercer Tiempo y fue una experiencia lindísima. Poco después y de casualidad aparecí en Canal 7, en el equipo de Horacio Aiello (N. de la R. Relator deportivo famoso por la muletilla “a la derecha de su pantalla señora”), con Macaya Márquez, Gañete Blasco y César Abraham. Después de esto llegó una etapa muy feliz para mí que es la de “Sport 80”, por Radio Mitre, en plena dictadura.
-Usted fue uno de los fundadores de ese mítico ciclo...
-Yo sí, ¡Adrián Paenza nunca fue fundador de nada! Vive merodeando. Marcelo Araujo y Víctor Hugo Morales tampoco fundaron “Sport 80”. Fuimos el Negro Eguía, Pancho Ibáñez y yo. Guillermo Salatino se borró el día que tenía que empezar el programa porque Fernando Marín, que estaba con él en Radio Belgrano, no lo dejó. A los quince días Pancho Ibáñez nos dijo “yo los quiero mucho, pero esto no lo entiendo como periodismo así que si me lo permiten me voy a ir”. Como bien dijo Adolfo Castelo, “Pancho Ibáñez es una maravilla que se plancha los blue jeans”. Un tipo que se plancha los blue jeans no puede soportar a dos energúmenos como el Negro Eguía y yo. “Sport 80” iba a la tarde, algo absurdo para un programa sobre fútbol. Tengo las cartas guardadas, el 60 por ciento eran mujeres. El Gordo Muñoz lo llamó a Julio Moyano, que era el productor de “Sport 80”, para decirle que estaba muy nervioso por lo que decíamos. Hicimos cosas maravillosas, que no se podían hacer durante la dictadura y las hicimos igual. Después llegaron Néstor Ibarra y Juan José Lujambio. Al año siguiente el programa pasó al mediodía y llegaron Niembro y Araujo, que aportaron lo suyo. Sería una necedad de mi parte negarlo. ¡Teníamos más audiencia que Antonio Carrizo en Rivadavia! Históricamente esa emisora fue líder en audiencia en todos los segmentos, cosa que se encargó de tirar prolijamente a la basura Luis Cetrá, su director actual. Ese hombre tiene en su haber dos logros: fundir al diario Tiempo Argentino y quitarle el liderazgo a Rivadavia. Cuando llegó Víctor Hugo Morales me fui.
-¿Por qué se fue?
-No me gustaba cómo venía la mano. Se incorporaron personajes como Roberto Leto y el Bambino Pon, ¿o es Pons? Se morfa las eses como Gustavo Sylvestre. “Sport 80” se convirtió en una nueva versión de “La oral deportiva”, con un relator mejor que Muñoz que era Víctor Hugo. Se desvirtuó la idea original.
-¿En qué se basa para definir como farsante a Víctor Hugo Morales?
-Vos no podés decir que vas a votar a Rafael Michelini en Uruguay, hijo del senador asesinado en la Argentina Selmar Michelini, representante del ala progresista más radicalizada del Frente Amplio, mientras estás sacando al aire a Constancio Vigil, operador de la dictadura de Videla desde la revista Gente. Víctor Hugo es un farsante. Yo lo bauticé “el Oráculo de Cardona”. Es un bautismo que me gratifica mucho.
Van 25 minutos de charla cuando Bonadeo insiste en convidar una bebida. Le aceptamos una gaseosa de limón, que no es tan ácida como su lengua. “Te va a costar un huevo escribir esta nota”, me chicanea. Por momentos la conversación adquiere un tono nerviosamente gracioso debido al calibre de los proyectiles que a mansalva dispara Bonadeo. Debemos andar con cuidado, en cualquier momento nosotros mismos recibimos uno de esos disparos...
-El primer registro que tengo de usted es de hace 28 años, leyendo en El Gráfico una encuesta sobre la llegada de Bilardo a la selección. Me llamó la atención el detalle de que era uno de los pocos, sino el único de los consultados, que se oponía. ¿Qué veía en Bilardo que le disgustaba?
-El bidón de Branco (N. de la R.: Durante el Mundial de Italia 90 el ayudante de campo de Bilardo le habría dado agua adulterada con alguna droga al jugador brasileño). Esto ocurrió ocho años después de aquella encuesta y fue reivindicado por Marcelo Araujo, el relator del régimen. No del pueblo.
-Según su mirada, mi siquiera el Mundial 86 le da crédito a Bilardo...
-¿Sabés qué? Los directores técnicos no juegan, tienen un 20 por ciento de influencia. Las instrucciones son fulbito para la tribuna. En 1986 el seleccionado argentino fue campeón del mundo a pesar de Bilardo... ¿Sabés las cosas que ha hecho Bilardo últimamente? Yo las escribí, pero no las leí en ningún otro lado. Partido de práctica entre la selección y Tristán Suárez en Ezeiza. Iban 1 a 1 y Bilardo le dijo a Alejandro Mancuso, el ayudante de campo. “Mancu, Mancu, poné un jugador más que total no se van a dar cuenta”. ¡Quería hacer trampa en un partido amistoso! ¡Bilardo es un imbécil!
-¿Cómo me va a sorprender si Cristina Kirchner es la presidenta de la Nación y Julio Grondona el presidente de la AFA y el vicepresidente de la FIFA? Encima Maradona entiende cada vez menos de fútbol. ¿Cómo va a jugar Heinze en la selección? Lo hace porque el hermano gestionó en 2006 unas charlas de Diego no sé dónde pito, cuando Maradona no tenía un mango.
-Son rehenes. Es inconcebible que en nuestro país no tengamos una Universidad de Medios de Comunicación y que esta profesión no esté colegiada. Está llena de periodistas que no son periodistas sino que van con los avisos bajo el brazo. Así llegaron Niembro y Araujo a “Sport 80”. Ojo, yo no estudié en ningún lado. Cuando me piden que recomiende una lectura siempre digo que tengo tres referentes que me abrieron la cabeza: Dante Panzeri, Arturo Jauretche y Eduardo Galeano.
-No sé si de tan lejos, pero se agravó con la edad. Además la uso para todo. Mi mujer encontró una carta de una de mis nietas, la hija mayor de Gonzalo, de cuando tenía cuatro años. “Abuelo, no me gustan los chistes que me hacés”, decía. ¿Está clara la respuesta? Sí, soy medio cabrón, pero voy de frente. Y soy arbitrario, pero no necio.
-¿No le han pedido su mujer o sus hijos que modere sus formas?
-¡Vos estás desde hoy pretendiendo que yo no sea como soy! ¿Sabés qué? Cuanto más viejo más hijo de puta te volvés.
3 comentarios:
Espectacular entrevista!
No comparto muchas cosas con Bonadeo, pero sí coincido cuando trata a Víctor Hugo de farsante.
Una perlita.
Seguiré visitando este blog.
Saludos cordiales.
Bienvenido, Héctor! Nos vemos por acá, entonces.
Saludos!
Victor Hugo farsante?
Viva la impostura entonces!!
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